LA IMPORTANCIA DE INCLUIR LA MIRADA INTERSECCIONAL EN LOS PROYECTOS DE MENTORÍA SOCIAL
Meritxell Puértolas, técnica de mentoría del Programa Zing, y Laura Prego, Project Manager del Progrma Zing.
Los contextos y territorios que habitamos son diversos y pluriculturales. Es fundamental promover espacios sociales y educativos donde todas las formas de ser y estar en el mundo sean valoradas, reconociendo la riqueza y la importancia de la diversidad global. Comprender esta diversidad desde un enfoque no reduccionista es esencial para acompañar a las personas de manera efectiva.
Trabajar en el sector social o en contextos de vulnerabilidad implica también comprender cómo operan los ejes de opresión en la sociedad ante esta diversidad, entendida en relación con conceptos como identidad, diferencia, etnias, género, aspectos políticos, culturales, personales, sociales y educativos, entre otros (Torres, 2001; Femenias, 2007).
Incluir la diversidad en el desarrollo de programas de acompañamiento socioeducativo requiere analizar cómo se articula de manera distinta en cada vida, comprendiendo la disparidad de experiencias basadas en estas diferencias y cómo estas pueden generar opresiones, siendo imprescindible acercarse a ellas con sensibilidad y comprensión.
Para afrontar esta complejidad y, por ende, tomar conciencia de los privilegios y opresiones presentes en nuestra sociedad, podemos recurrir al concepto de interseccionalidad, introducido por Kimberlé Crenshaw. Este enfoque permite entender cómo diversos factores de identidad, como el color de piel, el origen familiar, la religión, el país de nacimiento o la situación administrativa, interactúan y se entrelazan en contextos de poder y opresión.
La interseccionalidad nos invita a realizar un ejercicio profundo y gradual de conciencia social, reconociendo que las desigualdades no actúan de manera aislada, sino que se superponen y refuerzan mutuamente, configurando nuestras posiciones y oportunidades en la sociedad. Siguiendo las reflexiones de pensadoras como Angela Davis y Crenshaw, es necesario replantear nuestras percepciones de justicia social para abordar de manera efectiva las múltiples dimensiones de la desigualdad. Integrar esta mirada interseccional en los proyectos de mentoría social y en todas las intervenciones sociales es crucial para desarrollar intervenciones más inclusivas y equitativas, que verdaderamente respondan a las realidades y necesidades diversas de todas las personas a las que acompañamos.
Por ejemplo, al considerar la experiencia de un joven migrante afrodescendiente, es posible reconocer que puede enfrentar opresión basada en su origen y color de piel (racismo), su edad (adultocentrismo) y su estatus migratorio (si no dispone de permiso de trabajo). Sin embargo, también puede beneficiarse de ciertos privilegios por su género (en caso de ser varón) o por su orientación sexual (en caso de ser heterosexual). Este reconocimiento nos permitirá diseñar intervenciones que respondan a las necesidades específicas de cada individuo, disminuyendo las generalizaciones y asegurando que todas las voces sean escuchadas y respetadas.
Si aplicamos esta mirada en los proyectos de mentoría social, podremos observar que se con-vierte en una herramienta poderosa de educación e intervención comunitaria para promover el respeto a la diversidad y romper las burbujas sociales. Permite que personas con realidades y perfiles diferentes se encuentren y compartan experiencias, conocimientos y valores. Incluir la perspectiva interseccional en estos intercambios no solo nos permite enfocarnos en las identidades individuales de las personas que conforman el acompañamiento, sino que también favorece la toma de conciencia de cómo estas vivencias y diferencias se entrelazan con las estructuras sociales existentes.
El acompañamiento y la orientación en los proyectos de mentoría deben enfocarse en proporcionar herramientas para reconocer y manejar la cultura hegemónica y las dinámicas de exclusión, dando visibilidad y espacio a personas, culturas e identidades diversas, evitando que queden anuladas por aquellas más influyentes.
Esto se traduce en la creación de espacios seguros donde las personas puedan compartir sus historias y experiencias sin miedo al juicio. Generando vínculos basados en la escucha activa y en la comprensión mutua, fomentamos el reconocimiento de las diversidades y la construcción de identidades permeables y abiertas al diálogo.
A través de la mentoría social, aspiramos a fomentar comunidades implicadas y de cuidado, promoviendo el intercambio de ideas y creencias, acercándonos así a la cohesión social. Mentoras y mentoradas construyen nuevas formas de relación, favoreciendo el sentimiento de pertenencia y la participación comunitaria. Los proyectos de mentoría trabajan y acompañan en el posicionamiento consciente en esta relación, huyendo de la victimización, del paternalismo y rechazando dinámicas individualistas de culpabilización no movilizadora.
En conclusión, es importante que no solo representemos la diversidad y la realidad de las personas en la sociedad, sino que vayamos más allá. No debemos limitarnos a crear acciones que sirvan al sistema mayoritario, sino diseñar intervenciones situadas y críticas que aborden los mecanismos estructurales que generan desigualdad y exclusión social. A través de la mentoría social, pretendemos promover la justicia y la transformación comunitaria, construyendo nuevas relaciones, imaginarios y relatos compartidos.