ABRAZANDO LA ADOLESCENCIA
Pau Gomes, Director Área Bienestar Emocional
Creativos, expresivos, originales, imaginativos. Permitámonos descubrir las fortalezas de nuestros adolescentes. Son seres vigorosos con grandes potencialidades que harán prosperar nuestro futuro.
¿Sabías que los adolescentes y jóvenes representan la mayor generación de la historia, con más de 1800 millones de personas entre 10 y 24 años en todo el mundo[1]?
Pero, hay algo que no estamos haciendo como deberíamos porque los sentimientos de soledad en adolescentes siguen aumentando en la última década [2] [3].
Navegando entre las olas altas y bajas de la adolescencia
La adolescencia es una etapa de gran vulnerabilidad donde es habitual sufrir malestar emocional. Son muchas las situaciones que influyen: el acoso escolar, la falta de adaptación social, el bajo rendimiento académico, el mal uso de las redes sociales y los videojuegos, problemas de salud física, problemas familiares financieros, experiencias pasadas traumáticas como abuso, negligencia, violencia o desastres naturales son factores de riesgo para la aparición de trastornos de salud mental[4].
Como sociedad, es muy fácil llamarles rebeldes, inconscientes e irresponsables, inmaduros, vagos, conflictivos, peligrosos, mal educados, flojos, etc. Sin embargo, todas estas etiquetas lastiman su autoestima y su capacidad para desarrollarse de manera saludable. Existe la necesidad de mayor conciencia, mayor educación y respeto a la adolescencia, a su salud mental y a su participación en nuestras comunidades. Mejoremos la comprensión de las fortalezas de nuestros adolescentes.
Etapa culminante del desarrollo
La adolescencia es un periodo especial e irrepetible que deja huella en nuestras vivencias y recuerdos, con momentos de entusiasmo, alegrías, frustraciones o decepciones. Una etapa que vivimos de manera intensa tanto los adultos que estamos a su alrededor como ellos o ellas mismas. Es un momento de cambio, de aprendizajes, de crecimiento cerebral, un momento de transición y desarrollo adaptativo vital: dejamos de comportarnos como niños, para adquirir los comportamientos propios de la adultez. Hay una gran maduración en el cerebro, en el que este realiza nuevas conexiones neuronales y elimina aquellas que dejan de ser útiles[5]. Igual que durante los primeros mil días de vida del cerebro del bebé, la adolescencia también es una fase crucial para que las conexiones neuronales hagan del adolescente un individuo independiente, autónomo y responsable. Además, lo convierten en una persona plenamente desarrollada y saludable a nivel emocional, personal y social, para que se integre de forma exitosa en la vida social y de su comunidad.
La naturaleza del cerebro nos muestra cómo la parte predilecta del cerebro en la toma de decisiones conscientes (córtex prefrontal) tarda más en desarrollarse, no estando completamente formada hasta los 25 años[6] [7]. Eso nos ayuda a entender por qué los adolescentes tienden a tomar decisiones rápidas e impulsivas, corriendo riesgos en búsqueda de emociones fuertes, muchas veces influidas por sus amigos y pares que los rodean. El cerebro adolescente es muy sensible a la dopamina[8], es decir, a todo aquello que le dé una recompensa como la comida, el sexo y la música, así como al reconocimiento social. Esa respuesta de dopamina es mayor a los estímulos de recompensa en adolescentes en comparación con los adultos.[9] Y está directamente relacionada con la cantidad de importantes aprendizajes, patrones y comportamientos que caracterizan este periodo vital. Y es aquí donde el adolescente tiene un potencial increíble, siempre y cuando no sea influido por las críticas constantes y negativas o las conductas destructivas hacia su persona como las drogas, la violencia o las autolesiones.
Es de suma importancia que, en el camino de la adolescencia, los adultos que los acompañamos establezcamos unos límites comprensivos con las necesidades propias de los adolescentes. La autodisciplina, la responsabilidad, la paciencia y la tolerancia a la frustración necesarias para la interacción con los demás se verán fomentadas por los términos que acordemos con ellos. Así les protegeremos y les ayudaremos a comprender lo que es seguro y lo que no lo es, en el uso de Internet o en el consumo de drogas y alcohol. Fomentaremos en nuestros adolescentes la independencia saludable en su toma de decisiones responsables y necesarias para la vida adulta saludable. Sabemos que los adolescentes que crecen con límites claros tienen una mayor autoestima y autocontrol, al tomar decisiones positivas para sí mismos y para los demás, se sentirán seguros y confiados en su capacidad para hacerlo[10] [11].
Si se proporciona un entorno de apoyo y oportunidades adecuadas, los adolescentes pueden desarrollar su potencial creativo, encontrar su voz artística o expresiva y su pensamiento lateral (out of the box). Les florecen la imaginación y la experimentación, llevándolos a nuevos descubrimientos y un sinfín de avances. Una etapa en la que los adolescentes van comprendiendo mejor las emociones de los demás y a regular sus propias emociones de manera más efectiva. Desarrollan su identidad social y su sentido de pertenencia a un grupo. Aprenden habilidades sociales importantes, como saber pedir ayuda, la comunicación asertiva o la resolución de conflictos[12].
Experimentan con diferentes identidades y roles sociales, lo que les permite descubrir quiénes son y quienes quieren ser en el futuro. Son grandes agentes de cambio que bien encaminados con energía y pasión pueden movilizar y ser poderosos en sus comunidades. El movimiento estudiantil Fridays for future para reclamar la acción contra el cambio climático es un claro ejemplo.
Muchos avances en el arte, la ciencia y la tecnología se han alcanzado gracias a la perspectiva innovadora de nuestros jóvenes. Un adolescente de 15 años, Jack Thomas Andraka[13], inventó un sensor de papel que puede detectar el cáncer de páncreas, uno de los más letales. Brittany Wenger desarrolló un algoritmo de aprendizaje automático que puede detectar el cáncer de mama con una precisión del 99%[14]. Anne Frank escribió su diario a los 13 años. La perspectiva innovadora de los adolescentes en la música ha llevado a la creación de nuevos géneros y estilos de música, como el rock and roll, el hip hop o la música electrónica.
Permitámonos descubrir las fortalezas de nuestros adolescentes. Son seres vigorosos con grandes potencialidades que harán prosperar nuestro futuro.
Todos aquellos adultos que vivimos esa intensidad, a veces frenética, pero auténtica de la adolescencia, ya seamos familiares, maestros, profesores, educadores, psicólogos, pedagogos, etc. debemos conectar con aquello que nos favorece al acompañarlos. Los adolescentes, con sus opiniones reactivas y posiciones críticas, nos hacen descubrir nuevas perspectivas que muchas veces no nos habíamos planteado, aletargados en nuestras zonas de confort. Trabajar con adolescentes significa manejar situaciones en ocasiones desafiantes, y esto nos brinda la oportunidad de trabajar nuestras habilidades de resolución de problemas y de liderazgo para ser capaces de inspirar y motivar. Ayudar a los adolescentes a desarrollar sus competencias y lograr sus metas, enriquece nuestras habilidades de enseñanza, mentoría, empatía y competencias pedagógicas[15]. Es una experiencia muy gratificante cuando construimos ideas y proyectos genuinos con nuestros adolescentes, también cuando vemos el impacto positivo de muchos de nuestros consejos y orientaciones en su desarrollo y nos hacen partícipes (a su manera) de sus logros y éxitos.
¿Estamos preparados para impulsar las potencialidades de nuestros adolescentes?
Si nos dejamos llevar por el pesimismo que reflejan los medios de comunicación, el futuro no es nada alentador. La avalancha de estadísticas sobre el deterioro de la salud emocional de nuestros jóvenes manifiesta el reto (acelerado por la pandemia) que tenemos como sociedad en las problemáticas de salud mental. Dolorosamente, llegamos tarde para muchos y muchas. La situación descorazonadora que sucedió la semana pasada en Sallent[16] es la punta del iceberg de un sistema del bienestar y de la atención a las personas fragmentado y desintegrado. Un sistema de salud mental, social y educativo que tiene mucho recorrido para mejorar en su atención y dotar de medios a sus profesionales para que podamos acompañar a las personas de una manera integrada, organizada, eficiente, resiliente y empoderada.
Tenemos un sistema reactivo diseñado para apagar fuegos. Construyamos mejor un sistema que ofrezca un entorno que no propicie, encienda o avive estos fuegos. Perseveremos para tener un entorno que apacigüe cualquier pequeña chispa, evitando el sufrimiento para las personas y los costes de atención clínica de nuestras arcas públicas. Invertir en iniciativas de promoción de la salud mental y prevención de los trastornos mentales son rentables a largo plazo, puesto que puede generar ahorros significativos en los costos del sistema de salud, así como en la economía en general[17]. Tienen un impacto directo en la calidad de vida de las personas y reducen su sufrimiento emocional.
Modelo para la promoción del bienestar emocional en la infancia y la adolescencia
Debemos trabajar en conjunto para construir el modelo para la promoción del bienestar emocional y la prevención de la salud mental de nuestra sociedad. Es un camino de altura de miras en el que necesitamos poner en el centro a las personas y acompañar verdaderamente a los profesionales que las atendemos.
Las escuelas son un espacio propicio para fomentar ese entorno de promoción del bienestar emocional, sin pretender que sea de intervención clínica y/o terapéutico. Cada uno lo suyo. Los programas educativos sobre bienestar emocional en las escuelas e institutos deben incluir capacitación para maestros, profesores, orientadores escolares, así como recursos educativos para los estudiantes. Es imprescindible promover la resiliencia en nuestros niños, niñas y adolescentes; también de nosotros como adultos, ya que nuestro ejemplo será la mejor fórmula para que crezcan en la resiliencia[18] [19]. También para que confíen en nosotros y sepan que, pidiéndonos ayuda, les podremos apoyar en sus preocupaciones o sus malestares. Nuestro modelaje marcará la diferencia y será la principal garantía del éxito en nuestra labor profesional.
Las escuelas de infantil y primaria son espacios donde integrar programas de educación emocional y del bienestar emocional de los niños y niñas. Los programas “Zones of Regulation”[20], “Positive Action”[21] [22], “The Incredible Years”[23], en los EEUU ayuda a los niños a reconocer y regular sus emociones, a través de actividades interactivas y juegos para el desarrollo de habilidades para la vida y la resolución de problemas. Algunos de estos programas tienen un enfoque integral con iniciativas para familias y profesionales, y cuentan con evidencia empírica del efecto positivo de estas intervenciones.
El centro de Anna Freud[24] en el Reino Unido cuenta con un programa para proporcionar a los maestros y referentes escolares las competencias y el conocimiento para apoyar el bienestar de sus estudiantes mediante formación y capacitación, recursos educativos y apoyo on line. “Mindfulness in Schools”, también el Reino Unido se enfoca en desarrollar habilidades de atención, regulación emocional y reducción del estrés de sus estudiantes de todas las edades mediante técnicas de meditación y atención plena[25]. “Youth Mental Health First Aid” en Australia y otros países fomenta habilidades de escucha, empatía y resolución en los estudiantes y profesionales escolares, enseñándoles cómo reconocer y responder a situaciones cotidianas de salud mental en los demás. Ha demostrado ser efectivo y recomendable, algo a tener en cuenta en las políticas públicas [26].
Tanto estas iniciativas integrales como las más específicas, son ejemplos claros de programas de educación en salud mental en el contexto educativo que promueven el bienestar emocional de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Del mismo modo, deben complementarse con iniciativas que fomenten estilos de vida saludables, como la actividad física, la alimentación adecuada y el sueño conveniente.
Cabe insistir en que las escuelas y los institutos son espacios educativos y no pueden ser lugares para la intervención clínica y/o terapéutica. Se ha demostrado que algunas intervenciones en las escuelas pueden tener efectos iatrogénicos (es decir, efectos dañinos para la salud, no deseados y provocados por la intervención). Un metaanálisis de intervenciones de prevención del bullying, descubrieron que, en algunas experiencias, los estudiantes que habían sido enseñados con habilidades de pensamiento propias de la terapia cognitivo-conductual (CBT) experimentaron un incremento en su malestar y sufrimiento más internalizantes, comparándoles con el grupo control[27]. De ahí, que cualquier intervención en salud mental en las escuelas debe contemplar un plan para aquellos adolescentes que muestren efectos adversos. Son necesarios unos protocolos definidos y de derivación a recursos sanitarios para dar el soporte especializado y la atención clínica necesaria a los adolescentes que lo requieran. Las escuelas y los institutos son espacios educativos para el aprendizaje y la promoción de las competencias para la resiliencia y no para la intervención terapéutica.
Necesitamos impulsar entornos multicanales i reales de apoyo para las personas -son claros ejemplos todos los programas comunitarios y de voluntariado- para que los adolescentes se sientan conectados y apoyados por la misma comunidad.
Nuestros institutos y centros de juventud deben proporcionar un ambiente positivo, de apoyo y de seguridad donde los jóvenes puedan hablar sobre sus experiencias y sentirse vinculados con sus pares, que pueden entender lo que están pasando. “Teen talk”[28] en el Reino Unido ofrecen grupos de apoyo on line y en persona para jóvenes que necesitan apoyo emocional. Este recurso demostró una reducción significativa en los síntomas de depresión y ansiedad, en comparación con los adolescentes que no recibieron el apoyo de “Teen Talk”[29], y mantuvieron estos beneficios a largo plazo, después de seis meses de haber completado el programa[30].
Los servicios de orientación on line y en persona pueden proporcionar un recurso de apoyo para los adolescentes pudiendo hablar sobre sus problemas y obtener orientación y apoyo emocional. “Kids Help Phone”[31] en Canadá o la “Fundación Anar”[32] en España son un ejemplo de estos servicios.
Las ciudades, los barrios, las comunidades deben potenciar los espacios seguros organizados por entidades comunitarias, escuelas, centros cívicos y deportivos y bibliotecas. “Safe Spaces”[33] o “Safe Haven Café” [34] en Australia son un ejemplo claro de ambientes seguros que conectan jóvenes y donde aprenden las competencias para la resiliencia y la vida. Esta iniciativa demostró mejorar la experiencia de atención y de conexión con la comunidad local y redujo las consultas en el servicio de urgencias de salud mental[35].
“Big Brothers Big Sisters”[36] en los Estados Unidos es un programa de mentoría que empareja adolescentes con adultos que tienen intereses similares o experiencias compartidas. Este mismo programa ha demostrado un efecto positivo en los jóvenes participantes, que tuvieron mejoras significativas en sus calificaciones escolares, sus relaciones con sus padres y compañeros, y su autoestima, en comparación con los jóvenes que no participaron en el programa[37]. Una iniciativa que mejora la vida de los jóvenes en situaciones de riesgo y demuestra que la relación de mentoría a largo plazo puede tener un impacto positivo duradero[38].
Las iniciativas que abordan los factores de riesgo para los problemas de salud mental como la violencia, el acoso escolar, el abuso de sustancias, el suicidio, la falta de apoyo familiar son efectivas para proporcionar recursos para los adolescentes para hacer frente a estas adversidades. “Bullying Prevention Program”[39], “ALERT Project”[40], “Signs of Suicide”[41], “YAM” o “Family Check-Up”[42] en países anglosajones son claros ejemplos del impacto positivo de estos programas específicos para abordar los factores de riesgo.
De esta manera, se logrará el fortalecimiento de la resiliencia y la capacidad de recuperación de los adolescentes, empoderándoles con la adquisición de competencias de afrontamiento efectivas, una adecuada construcción de redes de apoyo y el fomento de la autoestima y la confianza en sí mismos.
Sin duda, cuando un malestar o una problemática moderada o grave de salud mental aparece, las familias, niños y adolescentes precisan también de un acceso asequible a los servicios de salud mental, basados en la evidencia, con una respuesta temprana y no dilatada en el tiempo. Será clave para evitar el agravamiento y la cronificación de esas problemáticas y para mejorar el pronóstico a largo plazo[43] [44].
Bienestar digital para nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes
Y en nuestra era digital, sabemos que las nuevas tecnologías juegan un rol importante en el bienestar de los adolescentes, tanto por los riesgos[45] como por las oportunidades[46] que ofrecen.
La adicción a los videojuegos puede conllevar un sufrimiento subyacente, problemas de sueño, falta de ejercicio y aislamiento. Aumenta la exposición a contenidos inapropiados, como el acoso cibernético, la violencia o la pornografía. Las redes sociales fomentan la ansiedad y depresión asociadas a la comparación social y a la presión constante para mantener un cuerpo y una vida perfecta y superficial. Y contribuye a una desconexión de la realidad, sin poder desarrollar saludablemente las competencias emocionales y sociales claves para relacionarse en persona, en físico. No cabe duda que los profesionales debemos considerar estos riesgos en nuestra intervención con niños, niñas y adolescentes.
Sin embargo, las nuevas tecnologías nos brindan oportunidades para la comunicación on line con amigos y familiares en cualquier lugar del mundo. Podemos acceder a la información y los conocimientos de manera inmediata, pudiendo fomentar nuestro aprendizaje, innovación y creatividad. Como hemos comentado anteriormente, existen plataformas de apoyo online, también grupos de apoyo para jóvenes con situaciones de problemática de salud mental. Además, podemos acceder a recursos, ideas y herramientas para mejorar nuestro bienestar.
Se trata de concienciar de los riesgos y fomentar el equilibrio. Un equilibrio difícil de alcanzar para nuestros adolescentes, ya que poseen un cerebro sensible a la dopamina y a la búsqueda de emociones. Es clave ayudarles a establecer límites para sí mismos, y también apoyarles en el desarrollo de habilidades para el uso saludable de la tecnología y para garantizar su seguridad online. Además, es primordial usar las herramientas digitales que nos brinda el momento para trabajar con las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, ya que tienen más impacto que algunos de las herramientas tradicionales.
Nos queda camino por recorrer, necesitamos más estudios y experiencias de aprendizaje para saber más, como sociedad, cuál es el bienestar digital óptimo que nos enseñe el equilibrio saludable entre el uso de la tecnología en la vida diaria[47]. La gestión del tiempo on line, el uso consciente y responsable de las redes sociales, la seguridad y privacidad, la prevención del ciberacoso y las adicciones son muchos de los retos en los que tenemos que seguir investigando y trabajando para lograr el bienestar digital.
Formación y capacitación para los maestros, profesores, educadores y orientadores
Sin duda, las profesionales tenemos un rol importante en la promoción del Bienestar Emocional de nuestros niños, niñas y adolescentes en los diferentes contextos en los que se mueven. Necesitamos dotar los currículos de las formaciones universitarias y profesionales con más contenidos en educación y acompañamiento emocional. En una breve encuesta contestada por 126 educadores de Barcelona, solo un tercio revelaba que habían recibido este tipo de contenidos, el 33% lo habían estudiado superficialmente en alguna asignatura y el tercio restante no la había recibido en ningún momento de su formación. Es imprescindible incorporarlos en las formaciones regladas y es más necesario proporcionar capacitación continua a los profesionales que ya estamos en activo en contacto con niños y adolescentes. Es indispensable desarrollar e implementar cursos presenciales, cursos on line, talleres prácticos e interactivos con temas específicos, charlas y conferencias, supervisiones clínicas y no clínicas, grupos de discusión, así como el acceso a la lectura de artículos y libros que nos actualicen en las mejores prácticas. Los centros educativos y sociales deben propiciar y reconocer estos espacios de tiempo y lugar para la capacitación y formación de sus profesionales. Así fomentaremos el talento. Xavier Marcet nos recuerda que el mejor talento es el que vive con la humildad de aprender siempre[48]. Así mejoraremos la calidad de atención que brindamos.
Prevención del Burnout
El burnout es una situación frecuente en nuestros profesionales sociales y de la educación, debido a la naturaleza del trabajo y el estrés que conlleva[49]. Para mitigar el burnout, los centros educativos y sociales y nosotros los profesionales, debemos permitirnos los espacios para nuestro autocuidado, dedicar tiempo para cuidar de nosotros mismos, hacer ejercicio regularmente, dormir lo suficiente, tener una dieta saludable y equilibrada y hacer actividades para nuestro disfrute y placer. No llevar trabajo a casa y establecer horarios de trabajo razonables ayudarán a establecer límites claros entre nuestro trabajo y nuestra vida personal. Es básico contar con el apoyo de amigos, compañeros de trabajo y familiares para las épocas o las situaciones más demandantes o desgastantes. Ante estas situaciones, es humano aceptar que no podemos dar respuesta a todo, por lo que una competencia necesaria como profesionales es la de aprender a delegar algunas de las tareas a otros miembros del equipo. Las coordinadoras y personas de liderazgo en los centros educativos y sociales pueden ayudar a prevenir el burnout fomentando un ambiente de trabajo saludable y de apoyo. Como decíamos anteriormente, ofreciendo capacitación y desarrollo profesional, reconociendo el trabajo bien hecho, permitiendo los tiempos de descanso regulares y la participación en actividades de reducción del estrés como la meditación, el yoga, la respiración profunda pueden ayudar a prevenir el burnout[50]. Es recomendable reconectar con la esencia de aquel momento en que decidimos trabajar con adolescentes, ese momento da sentido a nuestra labor del día a día y nos sirve de guía para enlazarnos con nuestro propósito.
Porque no hay edad para aprender la resiliencia, el cerebro es más moldeable en las primeras etapas de la vida, pero cualquier etapa es buena para esculpirlo con empeño, preparación y entrenamiento. Es clave que sigamos formándonos para perfeccionar nuestras competencias de acompañamiento, de enseñanza, de resolución de problemas, de autocuidado. Hasta el final de la vida, un cerebro bien entrenado puede tener la capacidad para rehacerse y renacer después de haber sufrido cualquier adversidad.
Mediante la capacitación y el cuidado, nos construimos como profesionales preparados para ser modelos en el bienestar emocional y resiliencia.
Actualmente, estamos viviendo un tsunami de noticias y estadísticas sobre el agravamiento de la salud mental de la población, especialmente en la infantil y juvenil. Esto puede ser generador de más preocupación y ansiedad en la población. Es cierto que hay un incremento de las complejidades y vulnerabilidades socioeconómicas, de la medicalización de la sociedad, de la necesidad de inmediatez, de la pérdida de referentes, de las tasas de paro juvenil, del mal uso de las redes sociales, entre otros. Pero, también hay lugar para la esperanza y el optimismo sin caer en espejismos.
Cada día conocemos adolescentes que dentro de su revoltijo de emociones van creciendo y superando las adversidades de su camino y transitan hacia la adultez con garantías. Muchos profesionales dedicamos mucha energía para ayudar a las personas a lidiar con su malestar. Y cada día muchas personas superan su problemática de salud mental, mejorando así su bienestar. Por favor, comuniquémoslo y difundámoslo también.
Las escuelas, los centros cívicos, las bibliotecas, las plazas y parques, los centros deportivos, el gran tejido asociativo y toda la comunidad conforman el entorno de posibilidades para la resiliencia y la protección de la salud mental de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Cuando veamos a un adolescente entristecido por un evento vital adverso, como profesionales, estaremos preparados para navegar y acompañarle en el viaje por esa emoción, evitando que se quede aislado en su propio sufrimiento, i valore aquello que le queda después de esa situación vital negativa. Viktor Frankl, a partir de sus vivencias en el campo de concentración de Auschwitz[51], nos iluminó cuando decía que si no está en tus manos cambiar la situación que te produce dolor, siempre puedes escoger la actitud con la que la enfrentas.
Lo cierto e indudable es que nuestros adolescentes son el futuro y los necesitamos, tanto como nos necesitan ellos a nosotros. Por favor, naveguemos juntos, tanto en las bajas como en las altas olas de la adolescencia.
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