PENSAMIENTO DECOLONIAL, PENSAMIENTO SISTÉMICO Y COOPERACIÓN INTERNACIONAL: REFLEXIONES SOBRE LA POSIBILIDAD DE UNIR ESTOS MUNDOS A TRAVÉS DE LA APUESTA DE ZONAS MODELO

Carolina Aranzazu Osorio, Representante País, Fundación Nous Cims en Colombia.

“Cuando un sistema está lejos del equilibrio, pequeñas islas de coherencia en un mar de caos tienen la capacidad de elevar el sistema a un orden superior[1].

Tener una posición ética a partir de profundas incomodidades[2] sobre el racismo, clasismo y otras herencias coloniales, y trabajar en el sector de la cooperación internacional -que diversas miradas críticas del sur global nos hacen entender cómo es este una manera de neocolonialismo- parece una gran contradicción.

Así, desde la contradicción, desenmarañando preguntas que me habitan hace varios años ¿cómo abordar la tensión entre la ingenuidad y la esperanza? o más bien ¿cómo combatir la desesperanza aprendida?, a continuación, planteo algunas reflexiones, conceptos, preguntas e ideas sobre cómo transitar este camino.

El punto de partida (o los titulares que tienen más eco): un mundo en caos y una cooperación internacional que no ha generado los “impactos” esperados.

Reposicionamiento de las derechas más radicales, desigualdad, polarización, retroceso en los derechos ganados, incremento de los flujos migratorios, lo que en prospectiva se denominan cartas salvajes: pandemias, guerras, catástrofes ambientales. ¡Total incertidumbre!

Los países del sur global nos vemos avocados a cambios altamente acelerados, impulsados por los países del norte global: la triple transición: digital, ecológica y socioeconómica (Fundación Carolina y Oxfam Intermón, 2022). PNUD lo plantea en su informe de desarrollo humano 2020 ¿Por qué, a pesar de todas nuestras riquezas y tecnologías, estamos tan estancados? ¿Es posible movilizar la acción para abordar retos compartidos globalmente en un mundo intensamente polarizado?

Tras el miedo colectivo generado por la pandemia de la covi-19, PNUD en su informe de Desarrollo Humano del 2020 fue más radical, y planteó las siguientes premisas:

“De hecho, las presiones que ejercemos sobre el planeta son ya tan elevadas que los científicos están estudiando si la Tierra ha entrado en una época geológica completamente nueva: el Antropoceno, la era de los seres humanos. Esto significa que somos las primeras personas que vivimos en una era definida por las elecciones humanas, en la que el riesgo dominante para nuestra supervivencia somos nosotros mismos.

Para sobrevivir y prosperar en esta nueva era, debemos trazar una nueva senda del progreso que respete los destinos entrelazados de las personas y el planeta, y reconozca que la huella material y de carbono de quienes más tienen está socavando las oportunidades de las personas que menos tienen”.

Adicionalmente (¿o justamente cómo parte de las causas?), cómo lo hemos hecho en la cooperación internacional no ha funcionado. Si bien, existen muchas experiencias valiosas de cambios en la vida de las personas participantes en diferentes proyectos, la cooperación internacional como sistema no ha logrado cumplir con la promesa de valor que abandera, no ha logrado impactar colectivamente ni cambiar las estructuras de los Estados “de los países en desarrollo”. Tras décadas de inversión en “proyectos transformadores”, la cooperación internacional no ha dejado de ser necesaria… es decir, no ha promovido cambios estructurales.

Esta manera sistemática de operar del Norte Global se replica en el sistema mundial de la cooperación internacional. La categorización de “países desarrollados”, “países del tercer mundo”, “países en desarrollo”, “ayuda oficial al desarrollo” sirve a este engranaje y a esta visión de superioridad.

Como lo dijo el profesor Sergio Calundungo en el curso de Descolonización y ONG (2024)[3], “somos parte de una máquina colonial” [] …  Las ONG nos volvemos instrumentos del sistema, somos funcionales porque ponemos parches “para mostrar lo buenos que somos”.

Amitabh Behar (2024[4]), director ejecutivo de Oxfam Internacional lo plantea de una manera muy interesante en su artículo “How to get from rhetoric to reality in decolonizing development”:

El sector del desarrollo es una réplica y un reflejo de cómo se concentra el poder dentro de unos pocos grupos en el orden mundial,  y no puede separarse de la economía política más amplia.

Es imperativo que el liderazgo global del sector [de la cooperación internacional para el desarrollo] canalice el impulso positivo hacia un cambio de poder descolonizando áreas como el diseño y la estructura organizativa, la distribución del dinero y la forma de valorar el conocimiento y la competencia. “Cualquier esfuerzo hacia la descolonización que no aborde la redistribución y la toma de decisiones equitativa de los recursos financieros (dinero) seguirá siendo un esfuerzo vacío y hueco”.

 Luciana Peker, feminista y periodista argentina nos hace reflexionar de una manera más cruda cuando analiza el retiro de los cooperantes internacionales de territorios en crisis: “ser colonial y borrarse es ser doblemente colonial” []… “La deconstrucción no es destrucción, mucho más en escenarios en donde la presencia colonial ya se ejerció y quedaron territorios arrasados por la pobreza, la desigualdad y la falta de soberanía económica y con democracias débiles” (Peker, 2024[5]).

En este contexto tan desolador, parece que vivimos una crisis civilizatoria. Que como cita la adaptación de la antigua frase el maestro Aníbal Quijano en su artículo los molinos de viento de América Latina, “lo nuevo no ha terminado de nacer y lo viejo no ha terminado de morir”[6].

Conceptos que me ayudan a problematizar la desolación y las incomodidades, que traen en sí mismos, propuestas de transformación: pensamiento descolonial, epistemologías del sur, justicia epistémica, traducción intercultural y ecología de saberes.

Más allá de la queja, afortunadamente aún encontramos escenarios sociales, académicos y políticos donde se respira esperanza y amor y, sobre todo, donde se encuentran nuevos lentes no sólo para problematizar, sino para pensar en posibles salidas. Quizás no a soluciones concretas, sino a innumerables posibilidades de transitar nuestra vida y nuestro trabajo de una manera más coherente e inspiradora.

De allí, que marcos de pensamiento como la decolonialidad y la teoría de la complejidad resuenen en mi cabeza como las respuestas que he estado buscando. En este sentido, Sousa Santos (2018) plantea un conjunto de premisas que me parecen absolutamente iluminadoras:

  • Debemos ser consciente del hecho de que la diversidad de la experiencia mundial es inagotable y, por lo tanto, no puede ser explicada por una única teoría general: la visión eurocéntrica de cómo funciona el universo y las sociedades (o en palabras de este autor, Epistemologías dominantes del Norte Global).
  • Desde el punto de vista de las Epistemologías del Sur, las Epistemologías del Norte han contribuido de forma decisiva al convertir el conocimiento científico desarrollado en el Norte global en la manera hegemónica de representar al mundo como propio y de transformarlo de acuerdo a sus propias necesidades y aspiraciones. De este modo, el conocimiento científico, combinado con un poder económico y militar superior, garantizó al Norte global la dominación imperial del mundo en la era moderna hasta el día de hoy.
  • La experiencia cognitiva del mundo es extremadamente diversa y la prioridad absoluta dada a la ciencia moderna provocó un epistemicidio masivo (la destrucción de saberes rivales considerados como no científicos), que ahora exige ser reparado. Como resultado, no hay justicia social global sin justicia cognitiva global.
  • Es necesario también asumir que nuestro tiempo es un periodo de transición sin precedentes en el que nos enfrentamos a problemas modernos para los cuales no existen soluciones modernas.

En este escenario, el concepto de Epistemologías del Sur (también acuñado por Sousa Santos) cobra total sentido: “Las Epistemologías del Sur se refieren a la producción y validación de los conocimientos anclados en las experiencias de resistencia de todos los grupos sociales que sistemáticamente han sufrido la injusticia, la opresión y la destrucción causada por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. El objetivo de las Epistemologías del Sur es posibilitar que los grupos sociales oprimidos representen al mundo como propio y en sus propios términos, pues solo así podrán cambiarlo según sus propias aspiraciones”.

Hablar de epistemologías del Norte global y del Sur global lleva ineludiblemente a hablar de la justicia epistémica. “La justicia epistémica consiste en combatir las formas de exclusión y silenciamiento de saberes no occidentales, y promover un diálogo horizontal entre los diferentes conocimientos, donde ningún saber se considere superior a otro de manera predeterminada.” La justicia epistémica no sólo es un reconocimiento de esos saberes, sino también un esfuerzo por rescatar, revitalizar y legitimar formas de conocimiento que han sido despojadas de su valor por sistemas de poder globales” (Sousa Santos, 2014).

Otras autoras como María Lugones y Silvia Rivera plantean otros conceptos conexos como la colonialidad de género, interseccionalidad epistémica y la pluralidad epistémica, donde profundizan mucho más en la intersección género, raza y clase y por tanto, en la valoración activa de otras formas de conocimiento producidas por personas racializadas y por mujeres, especialmente aquellas empobrecidas, indígenas o afrodescendientes. Proponen entonces valorar desde las narrativas orales hasta las prácticas espirituales, como esenciales para construir un conocimiento más inclusivo y equitativo, y por tanto, promover una redistribución del poder de producirlo y legitimarlo como válido.

De lo anterior, surgen nuevas preguntas. Si las epistemologías del Norte Global parecen tan distintas y tan distantes de las epistemologías del Sur Global, ¿cómo llevar a cabo un proceso de traducción? ¿Cómo propiciar puentes para tener otro tipo de conversaciones entre “estos mundos opuestos” que lleven a acciones diferentes? Es aquí donde aparecen otros conceptos altamente valiosos para este ejercicio de análisis en búsqueda de respuestas: la traducción intercultural y la ecología de saberes.

Sousa Santos (2014) plantea que la ecología de saberes y la traducción intercultural son “las herramientas que convierten a la diversidad de conocimientos en un recurso poderoso al hacer posible la inteligibilidad ampliada de los contextos de opresión y resistencia”. Por su parte, Mandujano (2017) plantea que la traducción intercultural es una herramienta para la justicia epistémica y es el medio para llegar a una ecología de saberes.

Es necesario y urgente reconocer que existen otros sistemas de pensamiento, otras metodologías de investigación y de generación de conocimiento (Lo que María Lugones llama reconocimiento de cosmologías distintas). Es necesario hacer conciencia, en el sentido más profundo de esta palabra. Nos estamos perdiendo de una inmensa belleza y riqueza del mundo al desconocer e invisibilizar el conocimiento y los saberes de otras culturas que históricamente han sido dominadas. Ante la gran complejidad de los retos actuales, sería bastante miope y poco inteligente no abrir la mirada y el corazón para tejer sobre lo conocido y lo desconocido para lograr cosas diferentes. Construir un escenario donde las cosmologías indígenas, afrodescendientes, campesinas, urbanas periféricas, se manifiesten desde sus propias maneras, sin ser reducidas a eventos demostrativos (exotización de nuestra cultura).

Otro reconocimiento importante es que también necesitamos puentes, herramientas, ejercicios de traducción. Cuando hablo de traducción, no me refiero a que “los del Sur” hagamos el esfuerzo de hacernos entender “con los interlocutores del Norte”, NO. Me refiero entonces  a comprender y adoptar dispositivos de traducción intercultural que nos permitan realmente avanzar -soñando que esto sea posible- hacia una ecología de saberes.

Nuevamente, desde la tensión entre la ingenuidad y la esperanza, no podemos caer en la trampa de la apropiación cultural, que en últimas se traduce en herramienta de dominación (Silvia Rivera Cusicanqui).

Como bien lo dice Boaventura de Sousa, no se trata de buscar equivalencias exactas entre conceptos, sino construir formas que permitan por un lado la comprensión mutua, y por el otro, la coexistencia de diferencias. Considero este punto sustantivo, en clave descolonial, coexistimos, co-creamos, no imponemos “nuestra verdad” cómo única, válida, legítima y universal.

Y en este proceso tan complejo, insisto con reconocer que nos habita la contracción. Sí, porque, aunque tengamos unos ideales compartidos y en teoría estemos de acuerdo sobre unas bases fundamentales (la vida, el BienEstar o el BuenVivir dependiendo qué lugar habitamos), nuestra configuración mental está atravesada por la cosmovisión occidental… nuestro sistema de derecho, nuestra estructura de “Estado”, nuestra educación, nuestros medios de comunicación.

Hay un desfase, una desconexión. Así como nuestro cuerpo humano tiene el mismo ADN desde hace millones de años, nuestras sociedades (nuestros sistemas) operan con una mentalidad similar en el último siglo. Y resulta que tanto nuestros cuerpos, como nuestras sociedades están enfrentando amenazas, estímulos, fenómenos y, en resumen, enormes retos que han mutado vertiginosamente en los últimos diez años.

La paradoja es que pretendemos atender nuestra salud, nuestro bienestar y nuestros mayores retos sociales, con las mismas herramientas y comprensiones que surgieron de modelos mentales de hace varios cientos de años. De allí, que nuestras propuestas de cambio deben traer otros marcos de pensamiento, otros marcos de aprendizaje y otros marcos de medición. No es una cuestión meramente epistémica (que ya es profundamente importante y necesaria), es sobre todo una cuestión ontológica. Los lentes con los que miramos, entendemos y describimos el mundo que nos rodea, determinan todo lo que promovemos.

Este planteamiento suena bastante abstracto, ambicioso, de hecho, utópico. Pero para efectos del este ejercicio reflexivo de escribir, quisiera proponer algunas ideas que me parece, pueden orientar el maravilloso reto de consolidar las zonas modelo tanto en Colombia, como en Senegal como un intento de pilotear un prototipo de innovación social en clave de descolonización.

La apuesta de Zonas Modelo. Una propuesta para hacer una cooperación internacional diferente y un laboratorio para poner a prueba estas hipótesis.

Fundación Nous Cims ha apostado por una estrategia de concentración geográfica en dos países: Senegal y Colombia, en los que focalizaremos nuestros esfuerzos durante un horizonte temporal no menor a 10 años a su vez, en dos territorios concretos.

El marco estratégico del área de cooperación internacional (denominada área de Desarrollo Global) nos pone el reto de consolidar cuatro “zonas modelo”, dos en cada país. Las zonas modelo se configuran como una apuesta de focalización territorial de largo plazo -si se quiere pensar como un macro programa- que propone un esquema de gobernanza propio: grupos temáticos y un grupo motor conformados por actores diversos, tanto públicos, como sociales y privados. No existen proyectos ni líneas de acción diseñadas a priori, todo debe surgir de las teorías de cambio que construyamos de manera conjunta en un proceso permanente de concertación, co creación y gestión del conocimiento -o mejor, de ecología de saberes-.

En principio, las bases sobre las cuales se cimenta la estrategia de zonas modelo son el pensamiento decolonial y el pensamiento sistémico, pues propone un cambio de paradigma en la forma de hacer “cooperación internacional para el desarrollo” en tanto trata de subvertir la relación histórica de donante-implementadores de proyectos. En este sentido, propone una redistribución del poder y una verdadera implicación de los actores locales en la toma de decisiones, en lógica de corresponsabilidad y agencia.

Retomando la propuesta de Amitabh Behar (2024) de descolonizar la cooperación internacional a través de cambios profundos en el i) diseño y las estructuras, ii) la distribución del dinero, iii) el conocimiento y las competencias y la iv) la teoría de cambio, me resulta interesante hacer un ejercicio de autoevaluación y una analogía con nuestra apuesta de zonas modelo:

  1. Descolonizar el diseño y las estructuras: Proponemos una gobernanza propia de las zonas modelo a través de los grupos temáticos y los grupos motor. No se trata de una estructura meramente técnica u operativa, se propone como un esquema de relacionamiento estratégico que dinamice y promueva herramientas para la citada traducción intercultural y ecología de saberes, y que, como fin último, contribuya a hacer acupuntura en los sistemas locales. Es decir, que contribuya a generar cambios en la calidad de las relaciones de esos sistemas que configuran las zonas modelo.
  2. Descolonizar el dinero: la implementación de los proyectos y las acciones de dinamización de las zonas modelo la hacen las organizaciones sociales de manera directa. Si bien, Fundación Nous Cims es el ente financiador, no implementa, sólo dinamiza y hace de contenedor para sostener el proceso de co-creación. Adicionalmente, los proyectos seleccionados surgen de la teoría de cambio construida por los actores locales que se han adherido al proceso (a través del esquema de gobernanza propuesto).
  3. Descolonizar el conocimiento y las competencias: Tenemos el reto de generar un proceso simultáneo de gestión del conocimiento que sea realmente propio de las zonas modelo y de los actores implicados. De allí, que pensar en metodologías y herramientas como diálogo de saberes, lenguaje y comunicación descolonial, documentación gráfica y comunicación comunitaria, entre otras, sea parte del ejercicio de seguimiento y aprendizaje colectivo.

Adicionalmente, los indicadores que trazarán este seguimiento serán acordados con los actores locales implicados en la construcción de las teorías de cambio de cada zona modelo.

4. Descolonizar la teoría de cambio:Abordar esta cuestión supondría invertir la dinámica de poder en el sector del desarrollo visualizando una “teoría del cambio” en la que las ideas, los diseños y la toma de decisiones sean ascendentes. Este cambio no puede producirse de forma aislada y tendría que ir acompañado de los puntos anteriores sobre la descolonización del dinero, las estructuras y el conocimiento”. Particularmente en este punto, considero que la apuesta de las Zonas Modelo es un laboratorio para este propósito. Antes de llegar a la implementación de proyectos específicos, los actores involucrados en la gobernanza de la zona modelo, trabajarán tanto en la fase diagnóstica, como en la construcción de las teorías de cambio de cada línea de trabajo como puerta de entrada al sistema donde se inserta (nutrición, educación y empleabilidad e inclusión juvenil). No se plantean marcos lógicos a priori desde el equipo de la Fundación Nous Cims. Todo surge de la corresponsabilidad e implicación de los miembros de los grupos temáticos y los grupos motor.

Toda esta propuesta bastante inspiradora por su novedad en la forma de promover procesos financiados por la cooperación internacional plantea también preguntas bastante retadoras. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo sostener este tipo de procesos en el tiempo, con un enfoque realmente participativo y descolonial si justamente una de las herencias del pensamiento occidental es tener un pensamiento lineal, academicista y fragmentado?

Es todo un reto recobrar el sentido común (que tienen los pueblos ancestrales de diferentes lugares del Sur global) sobre el pensamiento sistémico y sobre la interdependencia. Nuevamente, aparecen conceptos que van abonando el camino hacia algunas repuestas: pensamiento sistémico y Teoría U.

 Si bien estos conceptos dan para una reflexión mucho más amplia, quizás para otro artículo y varias tesis académicas, en esta última parte trataré de mencionar los elementos más reveladores para mí, en tanto me sugieren marcos de pensamiento y de diseño totalmente transgresores, útiles para nuestra gran tarea de consolidar las zonas modelo[7]:

  • La calidad de los resultados de cualquier tipo de sistema está en función de la calidad de las relaciones entre las partes interesadas que lo conforman. Y para cambiar la calidad de las relaciones, necesitamos cambiar la mentalidad de una “visión de silos” a una visión de sistemas, necesitamos cambiar la conciencia de una visión concentrada en el ego-sistema a una visión concentrada en el eco-sistema.
  • “No puedes cambiar un sistema, hasta que transformas la conciencia” En otras palabras, “no puedes cambiar un sistema hasta que transformes la mentalidad de las personas que están haciendo realidad ese sistema”.
  • Tanto el liderazgo como el cambio tienen una dimensión invisible. Si queremos cambiar los resultados, debemos cambiar la calidad de las relaciones. Para lograr un cambio en las relaciones (cambios de comportamiento) necesitamos una estructura de apoyo, herramientas que acompañen el camino a esa transformación, para construir capacidad colectiva.
  • El campo social: es la calidad de las relaciones entre las partes interesadas de un sistema que generan colectivamente X o Y resultados. De allí, que la energía deba centrarse en cambiar la calidad del campo social, de uno tóxico, a uno co-creativo, de uno meramente transaccional a uno transformativo.

Pensando el papel que podría representar la apuesta de zonas modelo en los sistemas locales donde se insertan, podrían ser efectivamente pequeñas islas que contribuyan a la evolución de los mismos hacia su mejor potencial de futuro.

Al desviar la atención de la búsqueda del gran cambio y, en cambio, apuntar a pequeños logros estratégicos, estos agentes de cambio que operan dentro de las empresas [para nuestro caso, que operan dentro del proceso de Zonas Modelo] demuestran posibilidades para un futuro mejor. (Foro Económico Mundial, 2024[8]).

Un marco conceptual y metodológico que resulta bastante potente por su nivel de profundidad, y que podría ayudarnos a avanzar hacia esos logros estratégicos o la consolidación de esos terrenos fértiles y saludables, es la Teoría U.

 La Teoría U fue desarrollada por el académico Otto Scharmer, y busca facilitar procesos de cambio y transformación profunda en individuos, organizaciones y sociedades. Esencialmente esta teoría se centra en la capacidad de “presenciar” y co-crear futuros emergentes a través de un proceso de conexión con fuentes más profundas de conocimiento y creatividad.

En este viaje de construcción colectiva, aprender a profundizar en los niveles de escucha es la clave. Invita a generar diálogos significativos donde se puedan trascender los egos y el control para dejar que emerja lo nuevo y lo desconocido. Antes de pasar a la acción, propone permitir que las ideas y soluciones emergentes se manifiesten y tomen forma. Una vez las ideas más profundas que emergen de un sistema que ha recorrido casi el camino completo de la U (cuatro niveles de escucha) se pasa a la fase de co creación y prototipado. En nuestro lenguaje pasar a la fase de proyectos concretos de la zona modelo.

En el contexto de la descolonización y la traducción intercultural, la Teoría U puede ser una herramienta poderosa para facilitar diálogos auténticos entre los actores diversos que hacen parte de los grupos temáticos y los grupos motor de las zonas modelo, para superar barreras culturales y co-crear soluciones que honren las diversas perspectivas y propicien una verdadera ecología de saberes.

 El llamado a la acción a los actores que hacemos parte de esta estrategia es tener el coraje y tener la mente y el corazón abiertos para escuchar(nos) en niveles más profundos y accionar de manera concreta en temas realmente significativas para la vida de las personas. Parafraseando a Otto Scharmer, liderar desde el futuro que va emergiendo desde nuestro máximo potencial.

 Para finalizar, como recordatorio para seguir combatiendo la desesperanza aprendida: recordarnos el poder de las revoluciones pequeñas, de lo excitante que puede representar nuestro trabajo en abonar un terreno saludable que propicie la creatividad, la innovación y el cuidado mutuo de quienes se sumen a apuesta colectiva de largo plazo.

 

Bibliografía

[1] Premio Nóbel, Ilya Prigozhin, citado por Otto Scharmer en el curso U-Lab Liderando desde el futuro emergente, cohorte 2024.

[2] No he encarnado directamente la discriminación o la violencia por mi color de piel o mi pertenencia étnica, pero sí que puedo enunciarme desde la conciencia de clase, al ser una mujer “de clase baja -ahora, clase media emergente- de Colombia” que ha logrado movilidad social gracias a la educación pública, a un gran esfuerzo personal, y con toda seguridad, al apoyo de mi madre y muchas otras mujeres.

[3] Curso introductorio Decolonización y ONG, primera cohorte 2024. Promovido por la Red AcapaAcá (anteriormente The Sherwood Way) y Clacso.

[4] Director ejecutivo de Oxfam Internacional. Ver artículo completo en aquí.

[5] Texto leído por la autora durante el curso Curso introductorio Decolonización y ONG, primera cohorte 2024. Promovido por la Red AcapaAcá (anteriormente The Sherwood Way) y Clacso.

[6] Adaptación de una frase del filósofo y teórico marxista Antonio Gramsci. Tomado del artículo Don Quijote y los molinos de viento en América Latina, Quijano, 2005.

[7] Extractos del curso U-Lab Liderando desde el futuro emergente, cohorte 2024, basado en el libro Teoría U del mismo autor Otto Scharmer.

[8] Boletín semanal “3 tendencias laborales”, edición 29.